viernes, 28 de diciembre de 2012

Distancia...


Llega el amanecer del nuevo día,
y yo aquí,  desnudo y frágil,
junto a este escarpado acantilado,
siento nacer en mi espalda
pequeños rayos de sol
que serpentean cálidos,
calentando tímidamente mi cuerpo.

Tengo frío.
A pesar de este sol incipiente,
aún tengo frío.

Una pequeña brisa
recorre mi cuerpo
y yo me alargo gris, etéreo,
inexistente,
queriendo llegar a tu orilla
a través de este océano
donde navegan barquitos de amor
con mismo puerto de destino.

Y quiero llegar a ti
para convertir en hombre
a quien vive en su mundo plano y vertical.

Tengo frío.
A pesar de este sol incipiente,
aún tengo frío.

Quisiera parar el tiempo,
parar este sol que no calienta,
porque me siento retroceder
y eso me inquieta.

Todos los días lo mismo,
conforme el sol se alza,
retrocedo y mis manos se alejan
cada vez más de ti.
No hay reproche,
sé que nuestra vida es así
Y no hay remedio;
pero si entre nuestros mundos
no cambia la distancia,
nosotros podremos cambiarla,
acercar nuestras orillas
tendiendo un puente de amor
con barandas de abrazos
y, con nuestros besos,
luminarias en los cielos
para hacer brillas la senda
y no perdernos.

Ya no tengo frío,
a pesar de este sol incipiente,
y este viento que congela la sangre.

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