Llega el amanecer del
nuevo día,
y yo aquí, desnudo y frágil,
junto a este escarpado
acantilado,
siento nacer en mi
espalda
pequeños rayos de sol
que serpentean cálidos,
calentando tímidamente
mi cuerpo.
Tengo frío.
A pesar de este sol
incipiente,
aún tengo frío.
Una pequeña brisa
recorre mi cuerpo
y yo me alargo gris,
etéreo,
inexistente,
queriendo llegar a tu
orilla
a través de este océano
donde navegan barquitos
de amor
con mismo puerto de
destino.
Y quiero llegar a ti
para convertir en
hombre
a quien vive en su
mundo plano y vertical.
Tengo frío.
A pesar de este sol
incipiente,
aún tengo frío.
Quisiera parar el
tiempo,
parar este sol que no
calienta,
porque me siento
retroceder
y eso me inquieta.
Todos los días lo
mismo,
conforme el sol se
alza,
retrocedo y mis manos
se alejan
cada vez más de ti.
No hay reproche,
sé que nuestra vida es
así
Y no hay remedio;
pero si entre nuestros
mundos
no cambia la distancia,
nosotros podremos
cambiarla,
acercar nuestras
orillas
tendiendo un puente de
amor
con barandas de abrazos
y, con nuestros besos,
luminarias en los
cielos
para hacer brillas la
senda
y no perdernos.
Ya no tengo frío,
a pesar de este sol
incipiente,
y este viento que
congela la sangre.
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