03/04/2012
Soy un
simple garabato
pegadito
a la pared,
pero
me pintaron con carboncillo de amor.
A
veces,
cuando
la oscuridad
reina
en tu habitación,
me
despego y vuelo hasta tus sábanas
donde
duermes plácida
el
descanso merecido
que
todas las almas buenas,
como
tú,
se
merecen.
Y es
allí,
bajo
tus sábanas, digo,
que
vuelo a través de los perfumes
a
tierra brava que destilan tus poros.
Soplo
a tu pelo y juego entre ellos
como
si fueran tentáculos
de
monstruo marino…
y
siempre ganas tú.
Siempre
me enredo,
sucumbo
y muero
a la
suavidad de tus cabellos.
y eso,
me gusta.
Descubrí
otros juegos,
y es
tirarme por tu hombro
y
resbalar hasta tu cuello,
que he
notado que te agrada
porque,
en sueños,
cada
vez que lo hago,
sonríes
y te acaricias
suavemente
por la zona
que
resbalo.
¿Y en
tus pechos?
Ay tus
pechos.
Es ahí
donde juego
a
correr por desfiladeros
de
pasión y donde subo y bajo
por
montes y llanos.
Cuando
bajo por tu vientre,
lo
hago en un trineo
diciendo…
¡Yuhuuuuuu!
¿Sabes?
Un día, casi te despierto.
Y
entre los pliegues de tu sexo,
me
pierdo en laberinto de amores,
entre
suspiros y ayes,
entre
ti y el cielo.
Un día
quedé atrapado
en una
de tus ingles.
Jugaba
al escondite
entre
tus labios, resbalé,
caí y…
te
giraste y me atrapaste.
No
podía salir
y casi
perdí la respiración.
Menos
mal que pronto,
volviste
a girarte
y pude
liberarme.
Pero
lo que más me gusta,
es
correr
por
tus bellas y largas piernas,
llegar
hasta tus deditos,
a cada
uno de ellos darle mordisquitos,
y por
último,
hacerte
cosquillas en la planta del pie,
y
oírte mover y sonreír
de las
cosquillas que te hago.
Pero
todo lo bellos y bonito
tiene
su final.
Por
entre las rendijas de la ventana,
Cada
mañana entra un sol impertinente y curioso.
Viene
a verme cómo son mis juegos contigo
y yo
le digo:
“¡corre,
vete de aquí,
que no
me dejas que juegue!”
Pero
es inútil.
cuando
viene, viene
y no
se marcha.
Así
que, harto de divertirme
pero
con ganas de más,
y sin
más remedio que me queda,
vuelvo
a mi pared esperando al día siguiente.
Y es
que,
soy un
simple garabato
pegadito
a tu pared,
pero
me pintaste, amor,
con aquel carboncillo
que
guardabas en el cajón.
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